En la infancia existen nuestras primeras relaciones familiares y sociales, éstas son el cimiento para relaciones futuras, como para lograr los retos y las tareas de cada momento vital.
![madre e hijos](https://static.wixstatic.com/media/11062b_d886e199d678494ea160b0876ff4f75d~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_654,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/11062b_d886e199d678494ea160b0876ff4f75d~mv2.jpg)
Desde la psicología se da gran importancia a la calidad del vínculo con las relaciones entre padres, tutores, o personas que cumplan con la función de cuidar, ya que ayudan a sentar las bases para que el equilibrio #emocional se desarrolle con normalidad. Aún cuando se establecen varios vínculos en el transcurso de la vida, las primeras relaciones son cruciales. La relación que tiene lugar entre un bebé y sus cuidadores, y cuya calidad contribuye en gran parte, a que ese nuevo ser tenga seguridad física y emocional. Sobre esta idea se podría decir que un adecuado desarrollo se apoya en la presencia de estas “figuras de #apego”. Cuando las figuras cuidadoras cumplen con la tarea de calmar la angustia o la ansiedad que puede llegar a experimentar un bebé en momentos de #estrés o exceso de estímulos, podríamos hablar de que cumplen una función de “apego seguro”.
Es importante nombrar que el apego menos positivo también cumple una función reguladora, generando rechazo, enojo, exceso de vinculación, dando por consiguiente el descubrimiento de una #emoción nueva y que aprenderá el bebe a utilizarla en todas las etapas de su vida.
Es así como el apego juega un papel esencial para tener relaciones #interpersonales, confianza y seguridad, facilitando la expresión y regulación emocional, además de ayudar a tejer niveles de #tristeza, #rabia y miedo en etapas posteriores.
En la #adolescencia la relación con las figuras cuidadoras no es menos importante y aunque el #adolescente buscará otras relaciones de apoyo en sus amigos o pareja, en esta etapa de transición la familia sigue siendo el eje primario por ser el círculo donde el adolescente ha estado inmerso desde la infancia. Esta transición que está marcada por cambios tanto biológicos (hormonales, crecimiento, etc.) como psicológicos, el adolescente va a ir formando su propia identidad y consiguiendo su autonomía personal.
![adolescente, en, el celular](https://static.wixstatic.com/media/11062b_d37433819a4e405892c43eb1c905cbd6~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_653,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/11062b_d37433819a4e405892c43eb1c905cbd6~mv2.jpg)
Por esta razón el funcionamiento normal de la familia sobre una capacidad adecuada de resolución de conflictos y la cohesión entre sus miembros, aportará un mayor bienestar en la vivencia de la adolescencia.
El #afecto, la supervisión, el establecimiento de #límites, el que los hijos confíen aspectos de su vida privada a los padres y el humor existente en la relación, han sido considerados como impulsores del desarrollo positivo en los adolescentes. De ahí que las relaciones asertivas entre padres e hijos faciliten el aprendizaje de comportamientos positivos como la empatía, ayudando a su vez, a la inhibición de comportamientos como la #agresividad.
Por el contrario, el conflicto entre los padres o la falta de cercanía de éstos con los hijos parece estar relacionado con un peor desarrollo psicológico y emocional. En este sentido cabe hacer distinción entre este tipo de supervisión y el control autoritario ya que, al parecer, éste puede contribuir al desarrollo de actitudes de pasividad, conformismo y a la falta de adquisición de habilidades de comunicación tan necesaria en los adolescentes, lo que en ocasiones puede llevar a hacer uso de la agresión física o verbal para relacionarse con los demás. De manera similar y en situaciones más graves como por ejemplo el maltrato sufrido en la infancia, guarda relación con un mayor riesgo de ejercer violencia de género en caso de ser hombre y de ser víctima de la misma en caso de ser mujer.
Finalmente, se destaca como una de las funciones más importantes de los padres (o de las personas que desempeñen este rol) el control parental positivo, el cual supone en buena medida que esa supervisión y establecimiento de límites ayuden a consolidar una autonomía en proceso de desarrollo. Si bien es cierto que la labor de la educación cuenta de entrada con una brecha generacional que complejiza la relación entre padres e hijos adolescentes, es un reto enfocar a los jóvenes hacia vinculaciones más sanas e igualitarias en su presente y su futuro.
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